Por Larry Sacks, Director de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) en El Salvador
Recuerdo lo emocionado que estaba cuando conseguí mi primer empleo. Me pagaban el salario mínimo, pero nunca olvidaré la emoción de ganarme mi propio dinero y el orgullo de dar lo mejor de mí. Y con cada nuevo logro en mi vida, ese sentimiento se ha renovado y ha abonado a mi sentido de valor propio, de todo lo que puedo lograr si entrego mi cien por ciento.
Todos los jóvenes salvadoreños deberían experimentar ese sentimiento. Sin embargo, sabemos que hay más de 300,000 jóvenes que no estudian ni trabajan, jóvenes que podrían sentir que no valen mucho y que no ven un futuro por delante. Así sucedió con un compañero de clase, Eddie, quien parecía tener un buen futuro como atleta pero, por circunstancias difíciles y falta de apoyo, dejó de estudiar y se involucró en actividades delictivas. Años después, mientras yo estudiaba en la universidad, me enteré de que lo habían matado.
Sin educación y sin trabajo, los jóvenes salvadoreños, al igual que Eddie, son presas fáciles del crimen y la violencia, ya sea como víctimas o victimarios. Esta realidad afecta a tantas comunidades. Por otro lado, si renuncian a toda esperanza de una vida mejor en su propio país, muchos arriesgan su vida en un viaje peligroso hacia el norte, incluso sabiendo que, aunque logren llegar, seguramente serán retornados a su país de origen.
Es hora de poner fin a esta tragedia que está destruyendo el recurso más valioso de El Salvador, su juventud, y que le está robando esta generación al país. Debemos darles a los jóvenes las oportunidades educativas y económicas para construir su esperanza aquí en casa. Creo firmemente que podemos lograrlo.
La Alianza para la Prosperidad reconoce que la seguridad y la prosperidad van de la mano. El control de la delincuencia no es suficiente pues también debemos ofrecer oportunidades económicas concretas a los jóvenes. El Salvador ya ha identificado los sectores prioritarios con mayor potencial de crecimiento económico, es decir, las industrias del futuro. Pero en lugar de esperar al futuro, ¿por qué no dar a los jóvenes que buscan empleo las habilidades que necesitan ahora? ¿Por qué no ayudar a los jóvenes a ser pioneros en nuevos negocios? Esto se puede lograr si el gobierno y el sector privado trabajan juntos para crear las condiciones que favorezcan el crecimiento económico, tales como políticas que fomentan la inversión y empresas que dan oportunidades a jóvenes.
Durante los últimos cinco años, más de 20,000 jóvenes recibieron capacitación laboral a través de varios proyectos de USAID. He tenido la oportunidad de conocer a muchos que han conseguido su primer empleo a través de esas iniciativas. El orgullo y la motivación que sienten por ese logro se dibuja en sus rostros. Algunos estaban al borde de optar por un camino criminal que hubiera sido difícil revertir. Ahora tienen una nueva perspectiva de vida, y se ven a sí mismos como miembros responsables de su familia, su comunidad y su país.
Esto no sería posible sin el apoyo del sector privado. Muchas empresas ya están convencidas del valor de invertir en la juventud. El Programa Empresarial ¡Supérate!, por ejemplo, muestra la importancia de la inversión privada en jóvenes de comunidades de alto riesgo con muchos deseos de progresar. El 98 por ciento de sus participantes continúa sus estudios de educación superior o son contratados en el mercado laboral justo después de graduarse. Contar con comunidades seguras y prósperas, con gente bien capacitada y donde las familias tienen poder adquisitivo es beneficioso para el sector privado.
Ahora más que nunca necesitamos que siga creciendo ese apoyo del sector privado. Seguimos sumando: en asocio con USAID, Microsoft proporcionará capacitación en tecnologías de la información y colocación laboral para unos 25,000 jóvenes salvadoreños en los próximos años. Pero cada empresa, sin importar el tamaño, necesita sumarse para ayudar.
Imagínense si cada negocio privado en El Salvador, grande o pequeño, brindara formación y trabajo a un solo joven, fácilmente podríamos cuadruplicar los números de empleo juvenil.
Asimismo, me alegra la nueva iniciativa que estamos lanzando junto a la Asociación Salvadoreña de Industriales (ASI) denominada “Industria Joven”, la cual ayudará a los jóvenes a crear sus propias microempresas en sectores con alta demanda en el mercado.
Quiero motivar a que más empresas se incorporen a estos esfuerzos e inviertan en la juventud.
En USAID hemos visto todo lo que los jóvenes pueden lograr simplemente si se les da una oportunidad.
El momento de actuar es ahora. Es tiempo de que El Salvador se comprometa al cien por ciento con su juventud para lograr la seguridad y prosperidad que tanto queremos.
This Op Ed was Originally published in La Prensa Grafica : Invirtamos en la juventud ahora